VISIÓN EXTRAVIADA EN EL SUPRAREALISMO

Escribe Ing. Fernando Padilla Farfán

Existen varios aspectos de nuestra cotidianidad que ante el juicio de investigadores extranjeros, evidentemente de países más adelantados, nos colocan en una posición a veces hasta cabizbaja. Dicen que parte de lo que hacemos cae en el terreno del suprarealismo puro, al grado que ya se han apuntado algunos investigadores universitarios para tratar de dilucidar de dónde provienen ciertas costumbres o hábitos que a los ajenos les causa curiosidad, porque pareciera que actuamos más por inercia o imitación, que por convicción propia.


En buscada plática con algunos de ellos, me explicaban que nosotros estamos tan acostumbrados a lo que decimos o hacemos, que no tan solo no nos percatamos del menoscabo que provocamos a nuestro crecimiento como personas. Y lo más contradictorio es que nosotros mismos fomentamos prácticas que nos afectan y que deterioran la marcha de la comunidad como tal. Arrastramos errores y equivocaciones que nos están convirtiendo en poco competitivos frente a otras sociedades de mayor desarrollo.


Me decían, por ejemplo, que para todo tipo de reuniones, sociales o políticas, citamos una hora antes para llegar en punto una hora después. Si bien reconocen que aún no saben a qué se deba esto, argumentan que parte de esas atípicas costumbres pudieran (según ellos), tener origen en ese singular surrealismo que se encuentra en alguna parte de nuestra idiosincrasia.
Otro aspecto de nuestras costumbres que les parece una sinrazón, es el tema de las obras públicas. Dicen que es un contrasentido que se inauguren obras sin que estén listas para ponerlas en funcionamiento, cuando en otros países apenas se concluye una obra y sin esperar mucho, se lleva a cabo la puesta en operación para ser usada o disfrutada, de inmediato, por quienes resulten favorecidos de manera directa.


Por supuesto que en México modificar esa tradición tan arraigada, no sería nada fácil, pero queda para la reflexión.
Sin embargo, las obras terminadas también padecen atrasos en la operación porque, absurdamente, tienen que esperar que el personaje designado para cortar el listón tenga el espacio requerido en su apretada agenda de compromisos. Mis interlocutores consideran que ante el criterio de la gente que no se explica ésta demora, entre más tiempo transcurra menos impacto tiene lo realizado. Es decir, el reconocimiento de la gente se diluye de manera proporcionalmente directa al tiempo que pasa antes de poner en servicio las obras en cuestión.


Ésta práctica, cuando se suma a las molestias que generan las obras en proceso, no abona a la imagen de quienes las realizan, como tampoco se establece ninguna correspondencia electoral, si esa fuera la intención. Ese suprarrealismo del cual hablaban nuestros ocasionales amigos, me hizo recordar lo que con particular asombro me platicaba un escritor recién radicado en uno de los mágicos pueblos de Morelos. Narraba que acudió en busca de algún carpintero del lugar, así no fuera el mejor calificado por que la sencillez del proyecto no lo requería. Cuando por fin encontró uno, le entregó en una hoja de papel el dibujo de una mesa y una silla pero en perspectiva, para que el trabajador de la madera tuviera una idea objetiva de lo que tenía que hacer.


Cuando el personaje en cuestión fue a recoger el producto terminado (la mesa y la silla), no cupo en su asombro al ver una mesa con las patas traseras más cortas que las delanteras, la tabla superior más ancha del frente y más angosta en la parte posterior, y una silla en la que nadie podía sentarse por su chueca figura. Cuando el escritor preguntó por la irregularidad del mueble, el carpintero, seguro de lo que se le había ordenado, le mostró el dibujo en el papel que el propio escritor días antes le había entregado. Nuestro amigo cedió en su intento de explicarle al cumplido hombre qué era un dibujo en perspectiva. Sin discutir más se llevó ambas piezas para conservarlas como muestra de nuestra perspectiva social.


Otro tema que tocaron es la adoración que profesamos a la muerte. Dijeron que no es otra cosa que el reflejo de nuestro miedo a morir, por eso la personificamos, la festejamos y nos divertimos con ella. “Le temen, pero poco hacen para preservar la vida”.


Cuando se refirieron al bloqueo de las calles de cualquier ciudad, expresaron lo siguiente:
“Ustedes ocupan las calles por júbilo, por dolor, por que perdieron, por que ganaron. Asaltan las calles para celebrar, para exigir, para recordar. “El colmo es que ustedes también cierran calles para protestar por la protesta de otros”.


Sin embargo, agregan que nuestro problema no es de inteligencia. A su criterio somos indiscutiblemente inteligentes y creativos. “Lo que no tienen en abundancia es disciplina y puntualidad. Recuerdan que la disciplina y la puntualidad “a los japoneses les sobra”. “Si un japonés va a llegar tarde, avisa con dos días de anticipación”.
Bueno, pues ante tanta indirecta, empecemos por tomar como propia la disciplina hasta convertirla en actitud.

FERNANDO PADILLA FARFÁN ACLARA SOBRE POSIBILIDAD QUE ROBOTS DOMINEN AL MUNDO.

Si bien es cierto que a los robots se les puede programar para realizar tareas que requieran precisión, y para que escojan alternativas de aparente decisión propia; no podrían tomar decisiones que pusieran en riesgo la vida de las personas, si para ello no se les hubiera programado.

Es indudable que los robots pueden ser más eficientes y más precisos que los humanos para llevar a cabo determinadas tareas. Sin embargo, hay muchos aspectos de la vida que solo los humanos pueden realizar, por ejemplo: la creatividad, la empatía y la intuición. Estas habilidades sería imposible que los robots las pudiesen realizar.

Es innegable que en un futuro no muy lejano los robots se vuelvan más avanzados y poderosos; pero siempre estarán sujetos a la supervisión y control humano.

ELON MUSK IMPLANTARÁ CHIPS EN LA CABEZA DE HUMANOS.

Fernando Padilla Farfán confirma la noticia de que la compañía Neuralink del visionario Elon Musk, está fabricando chips para ser implantados en cerebros de humanos después de hacer unas pruebas.

En 2021, la empresa de Musk implantó chips en la cabeza de un mono. Se le hicieron pruebas y mostró habilidades extraordinarias como controlar con la vista un videojuego.

Las siguientes pruebas serán con humanos una vez que obtenga la autorización de la FDA (Food and Drug Administration), ante quien ha iniciado los trámites correspondientes.

El chip, cuyo tamaño es el de una moneda de 25 centavos de dólar, servirá para monitorear la salud de las personas que se realicen el implante.

Entre los beneficios que aportaría a las personas estarían los siguientes: medir la temperatura para saber si habrá fiebre para combatirla antes de que se presente. Detectar una apoplejía ya que existiría una variación en los impulsos cerebrales.

También se han programado los chips para restaurar la visión a las personas que nunca hayan visto en su vida. Gran expectativa está despertando el anuncio. Pronto sabremos de los bondadosos resultados.

#fernandopadillafarfan

TRADICIÓN POSTAL

Analiza Ing. Fernando Padilla Farfán

La tradición del correo en México data de muchos siglos. En forma primitiva, los mensajes a distancia eran enviados mediante el humo de fogatas o la persecución de los teponaxtles.

Tanto aztecas como mayas, tarascos, mixtecos y zapotecos utilizaron el servicio de “postas”. Eran unos corredores de enormes distancias que portaban noticias o emblemas de acuerdo con el mensaje que debían transmitir. Por ejemplo, si se había perdido alguna batalla, los correos difundían la noticia llevando la melena suelta y enmarañada, y no dirigían la palabra a nadie hasta ver al emperador. Si por el contrario, se trataba de notificar alguna victoria, el correo se ataba el pelo con una cinta roja y se ceñía el cuerpo con un lienzo de algodón.

Llevaba además, un escudo y una espada en las manos y constantemente daba señales de júbilo y de alegría.

Para que las noticias llegaran más rápidamente, en los caminos reales del imperio azteca se levantaban unas torrecillas a unos 10 km. de distancia unas de otras, donde aguardaban mensajeros listos para relevar al mensajero de la noticia.

Así, de posta en posta y por relevos, las noticias viajaban con asombrosa rapidez. Mediante postas, a Moctezuma II le llegaba el pescado fresco en un solo día desde la costa, distante más de 300 km.

Durante la Colonia siguieron usándose los paynanis o corredores ligeros, a la vez de los de a caballo. Comenzaron, no obstante, los asaltos a los correos y abundaron las cédulas reales que ordenaban severas penas para los salteadores.

Felipe II otorgó merced a Martín de Olivares para ejercer de correo mayor en Nueva España desde agosto de 1579. Las primeras oficinas postales se crearon en Veracruz, Puebla, Oaxaca, Querétaro y Guanajuato.

Con el tiempo, aumentó el número de “propios”, pero continuaba el monopolio del correo mayor. Pronto se añadió el servicio de estafetas, o correo especial y diplomático; surgieron oficinas postales en Aguascalientes, Celaya, Irapuato y otras poblaciones; y desapareció el monopolio.

En 1763 llegó el “correo del mar”  entre España y las colonias americanas; lo realizaba un bote especial que salía de la Coruña, en la Península Ibérica, y llegaba a la Habana, desde donde se repartía al resto del continente. En México, las oficinas del “correo del mar” estaban en Campeche y Veracruz, y una vez al mes salía la “balandra-correo” para enlazarse en Cuba.

La Guerra de Independencia interrumpió todas las comunicaciones, pero en 1813 se estableció un correo mensual para las provincias. En 1824, el manejo de la “renta de correos” fue concedido a la Secretaría de Hacienda, la cual lo reglamentaba mediante la colonial Ordenanza Real de Correos de 1794, con modificaciones sucesivas hasta que se decretó el sistema de “franqueo previo”.

La primera estampilla postal -que se emitió en agosto de 1856, con la efigie del cura Hidalgo-, tenía valores de medio real hasta ocho reales. Con ella, México ingresó en la era del correo moderno.

Durante el Segundo Imperio, se estableció el Servicio Postal Urbano con buzones a la moda y se adoptó el uso de sobres para cartas. El servicio de correspondencia abarcó impresos y folletos y, posteriormente, giros. La introducción del ferrocarril agilizó el reparto de la correspondencia y paulatinamente puso fin al servicio de postas.

En 1901, Don Porfirio, conocedor de la importancia de las comunicaciones ágiles y eficientes en un territorio tan vasto, encargó a Adamo Boari la construcción de un edificio digno de una tradición antiquísima. Y así, en el último sexenio que alcanzó a presidir Don Porfirio, inauguró el edificio de correos al que nombraron El Palacio Postal. El arquitecto italiano tardó 5 años en levantar tan hermosa construcción de estilo incierto pero bello, que refleja la grandiosidad y el boato porfiriano. En ese tiempo, la eficiencia del correo mexicano era reconocida como excepcional en el extranjero.

TIPS PARA EL ÉXITO

Analiza Ing. Fernando Padilla Farfán

El conferencista internacional Helios Herrera, que ha impartido más de 3 mil 500 seminarios y conferencias a más de cinco millones de personas de muchas empresas, la mayoría grandes corporativos, instituciones y gobiernos. Coincide en que vivimos en un país donde el dinero es la causa número uno del estrés según una encuesta realizada por Black Rock, en donde se relaciona al dinero con el éxito. Dice que la pregunta que más se repite en sus seminarios es ¿cómo logro ser exitoso?

Comenta que se tiene la creencia colectiva que ser exitoso es tener fama, dinero y fortuna. En lo personal asegura que eso va más allá: ser exitoso es sentirse pleno y completo con lo que cada quien es y lo que hace.

Expone que, con base en una encuesta realizada por OCC Mundial, en México aproximadamente el 75 por ciento de los mexicanos profesionistas no están satisfechos ni felices con su situación laboral actual, lo que genera un gran sentimiento de frustración y, por ende, una desconexión total de su propósito. Platica que las personas buscan cambiar su realidad, pero la mayoría de las veces no se es consciente de las acciones que le llevaron a tener sus resultados actuales.

Dada su experiencia e investigaciones, enumera a continuación lo que no hacen los exitosos.

1. Nunca ponen excusas. Son permisos que tú mismo te das para no hacer lo que tenías que hacer.

2. Jamás ven al trabajo como obligación rutinaria.  Según un estudio de la Universidad de Scranton, en Pennsylvania, el 55 por ciento de las personas abandona sus propósitos antes del 31 de enero.

3. No piensan sólo en su beneficio. Casi ningún exitoso vive obsesionado con hacer más fortuna; No fijan su atención en lo que van a obtener, sino en lo que deben sembrar para cosechar después.

4. Jamás piensan cómo NO hacer algo. Por inercia, con el paso del tiempo sus cerebros automáticamente piensan en cómo es posible lograr las cosas.           

5. No toleran a los mediocres ni a la mediocridad. Los exitosos no alcanzan a entender la mediocridad, les incomoda y la repudian. Sin embargo, no están contra las personas sino contra la actitud mediocre.

6. Nunca descuidan los detalles. Cualquiera puede hacer las cosas, pocos pueden hacerlas bien, pero muy pocos las hacen realmente con excelencia.

7. No hacen de un mal rato un mal día. Saben que la vida no es algo que les sucede, ellos crean las circunstancias de su vida, modifican su realidad.

8. No creen en el fracaso. No se estancan en un fracaso, entienden que son situaciones de aprendizaje.

9. NO saben cuánto éxito tienen hasta que alguien se los muestra. Están tan enfocados en hacer lo que aman, que lo que menos les motiva es llegar a determinado ‘nivel’.

10. Nunca dejan de divertirse y aprender. Están llenos de buen humor, disfrutan la vida a plenitud, viven aquí y ahora.

Si quieres tener mejores resultados en tu vida, evita hacer estas diez cosas. Crea tu definición de éxito y trabaja por el. No te enfoques en el tener, las cosas materiales van y vienen. Enfócate en tu ser para que todo lo demás sea una consecuencia.

SIN RUMBO FIJO

Analiza Ing. Fernando Padilla Farfán

Pareciera que estamos caminando en círculos: siempre llegamos exactamente al mismo lugar del cual partimos. No atinamos a quién echarle la culpa de la violencia que se ha apoderado del país entero. Hay violencia por todos lados, hasta en la política hay violencia; en las campañas electorales ya ni se diga. No nos hemos dado cuenta que desde hace un par de generaciones la violencia se ha estado incubando al interior de las propias familias. La violencia intrafamiliar ha sentado sus reales en nuestra sociedad. El concepto de familia se ha ido desdibujando de manera paulatina pero creciente. Pareciera que las parejas se casan para divorciarse, no para vivir juntos el mayor tiempo posible. La educación de los hijos está a cargo de la televisión, de las redes sociales y de algunos maestros sin oficio ni compromiso social. La educación se está impartiendo sin el propósito de razonar en lugar de memorizar.

Grave es que los conflictos sociales y políticos ya estén en las calles, y cada semana se suman más. Las instituciones no tienen capacidad para dirimir los asuntos en las oficinas. Los gobiernos han creado monstruos sociales que cuando crecen demasiado se salen de control; que caminan circularmente para luego volverse contra quien les dio vida y poder. Ejemplos hay muchos.

La lucha por el poder es desenfrenada, todos contra todos, y pobre de aquel que queda en medio del campo de batalla, sin deberla padece los efectos de la encarnizada lucha de los que pelean por el control político o económico. Casi siempre es el ciudadano común el que queda atrapado. Al ciudadano le toca la parte más absurda y cruel: pagar los platos rotos y cargar en sus espaldas la culpa de otros.

Hay estados que se mueven entre las indefiniciones y el desconocimiento de cómo se deben manejar los conflictos sociales. Un puñado de personas puede poner en jaque a toda una región afectando a miles de personas y lastimando los intereses económicos de esos lugares.

Las movilizaciones y bloqueos provocan desabasto de víveres, de combustibles; el dinero de los cajeros se agota. La zona se convierte en un territorio sin ley.

La pasividad de los gobiernos asombra a propios y extraños; es decir, a quienes padecen directamente el problema y sufren las consecuencias, y a quienes impávidos contemplan las violentas escenas, pero en cámara lenta. Los días transcurren y las escenas son las mismas, como detenidas, como sin avanzar un centímetro. Todos padecen las consecuencias y nadie se atreve a poner un alto, a arreglar las cosas como se deben arreglar en los casos donde la presencia de delincuentes tiene una importante participación en el daño a México. El daño es para todos, la vergüenza es para todos, pero la solución no es de todos, es de los gobernantes.

Presumimos de contar con uno de los mejores sistemas electorales del mundo, pero no nos están funcionando las reglas de las relaciones políticas. Nos regodeamos de tener un sistema democrático, lo cantamos a los cuatro vientos, pero somos incapaces de evitar que un puñado de personas paralice la vida social y económica de millones. Por otra parte, nos hemos centrado en las contradicciones. De los delincuentes estamos atentos que no se violen sus derechos humanos, de las víctimas que se las arreglen como puedan, el aparato de la procuración de la justicia rueda con las llantas ponchadas por la corrupción y la impunidad.

Los partidos políticos están ocupados en sus broncas internas y en los pleitos electorales. Poco o nada les interesa la problemática que envuelve a los ciudadanos de nuestra tierra. Para ellos lo más importante son los votos, no los votantes.

Pareciera que vivimos en un país donde la legalidad está supeditada a las circunstancias políticas. Donde la intervención del Estado está sujeta a las aspiraciones políticas de los responsables de arreglar las cosas.

La violencia se ha enseñoreado en todos lados y no respeta a nadie. Verdaderamente lamentable es que estemos caminando en círculos, pero no de los que se cierran, sino los que son parte de interminables espirales que se abren y se contraen, pero nunca se cierran.

…Y CRECERÁN LOS MARES

Por Ing. Fernando Padilla Farfán

Las torrenciales lluvias que han azotado al país dejando a su paso fuertes daños materiales y pérdida de vidas humanas, son el resultado de las prácticas incorrectas como el uso excesivo del automóvil, la deforestación y el crecimiento de las zonas urbanas sin criterio sustentable.

La fuerza de destrucción de la naturaleza a los bienes de las personas, es directamente proporcional al daño que provoca el hombre a la Tierra. A mayor daño al medio ambiente, mayor será la reacción de la Tierra. Por lo tanto, las condiciones climáticas serán cada vez más extremas.

Los niveles de temperatura han batido récord. Donde el clima era templado, ha habido olas de intenso calor. Donde no hacía frío, ha nevado. Los climas están cambiando y no hay forma de detener el fenómeno. Las intensas sequías están provocando escases de cultivos y de agua dulce. No dimensionamos la carencia porque cuando vamos al “súper” vemos los anaqueles llenos de todo tipo de productos. 

Lo grave es que el calentamiento global está provocando el deshielo de los grandes icebergs que están en los polos: el del norte y el del sur. Sabemos que eso está ocurriendo, pero lo vemos lejos, ajeno a nosotros. No tenemos la menor idea de lo que va a representar en el mundo de nuestros hijos o nietos. No más allá.

La teoría que expongo la trataré de explicar con la mayor claridad posible. Veamos.

En los polos hay grandes montañas de hielo. Todo ese volumen que pesa billones de toneladas se está derritiendo por el calentamiento global. Hasta ahora se han perdido 9.7 billones de toneladas. Aún no se nota el escalofriante crecimiento de los mares. Sin embargo, al ritmo del deshielo actual, no pasarán muchos años para que todo ese hielo se convierta en agua y baje a todos los mares del mundo. ¿Eso qué significa? Pues nada más y nada menos que al elevarse el nivel de los mares desaparecerán las playas de arena de cualquier parte del planeta.

Lo peor es que las ciudades que están a nivel del mar quedarán bajo el agua. Desaparecerán calles, casas, complejos industriales. Las ciudades que están comunicadas por carreteras que pasen por costas, quedarán incomunicadas. Imposible hacer vías alternas, el costo sería inaccesible para cualquier gobierno. Al desastre, se agregaría el costo de construir nuevas ciudades en zonas más altas, o ampliar las existentes. Ni rastro quedaría de los puertos y aeropuertos que están cerca del mar. Viajar a otros países sería una meta difícil de cumplir.

La infraestructura hospitalaria sería insuficiente para atender las nuevas enfermedades. Las pandemias asolarían poblaciones enteras.

Al tétrico panorama se sumaría otro espantoso fenómeno: al subir el nivel de los mares, los ríos del mundo no podrían descargar sus aguas en los océanos, retrocederían provocando inundaciones.

Al enfriarse los mares por el hielo derretido, se alteraría la fauna marina. Muchas especies desaparecerían. Los huracanes serían más intensos, más furiosos. Los barcos de carga y los no podrían atracar. Los muelles sufrirían alteraciones. Los hoteles de la playa terminarían convertidos en arrecifes al paso de los lustros.

No podríamos disfrutar de las playas, serían agrestes, sinuosas.

Bueno, todo lo anterior es grave, pero ahora viene lo peor.

Al moverse el peso del hielo de los polos a la franja del ecuador, la velocidad de la tierra disminuiría. El eje imaginario sobre el cual gira el globo terráqueo sufriría un desplazamiento y, en lugar de las vueltas de 24 horas, que son el día y la noche; podrían ser de 30 horas, o un poco más. Los días más largos, las noches también. Se modificarían las estaciones del año. Las zonas cálidas se tornarían frías, y las frías en calientes.

Y todo esto por culpa y gracia de los huéspedes de este gentil y noble planeta: Tú, y yo.